La mentira es el ejemplo claro del miedo que posee el hombre a realizar actos fuera de la norma.
Pero la norma hace que no nos volvamos locos y a su vez genera levantamientos contra ella misma, contra lo establecido.
En este juego es necesario mentir, sólo que la mentira es igual de peligrosa que la norma al final.
Abre una puerta desconocida dentro del laberinto mental.
Las fiestas, el calendario, la hora, los cumpleaños, el concepto de amor, son inventos del hombre para alimentar la gran mentira, excluida y convertida en norma.
¿Con la norma no existe el miedo?
Nadie escapa a la mentira, ni tampoco a la norma.
Existen estamentos: La mentira piadosa, la que hace daño, la que no, la que salva, la que mata, la “mentirijilla”… (Véase San Agustín)
Se han de tener los pies en el suelo para saber discernir cual es la norma que nos conviene en cada momento, y como se ha de utilizar la mentira sin luego acarrear una carga de remordimiento.
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