jueves, 2 de junio de 2011

LA ESPIRAL



   Ya nadie prestaba atención a nadie, era más importante darle cuidado al espacio. Yo sin embargo emprendí un recorrido de galerías circulares en las que convergían los vomitorios. Todo silencio, todo viento y calor de lo que estuvo circulando. Como si sacudieran de su celda de aislamiento a la soledad o terminase de desfilar una manada de bisontes ávidos.

  Ahí en el eje quedaba mi infante organismo, vecino de la órbita que atrae al objeto devorado, transformado… porque su cargo es engullir el entorno con sus entes y después catapultarlo al infinito. La última planta era sombría, saturada de cal, colmada de polvo, con huellas humanas en forma de pies y manos hundidas sobre las paredes. Envoltorios, latas vacías, colillas, chapas, chicles, tickets.

  Grada abajo se apreciaban olores a puchero. Según me desprendía dentro, iba creándose una ensalada sabrosa que a la vez importunaba aquellos sentidos atrofiados de hábitos inocentes. “¡Cuánta potencia!”, decía la voz por el megáfono de la planta supletoria, en aquel momento las pupilas interceptaron colores enérgicos e intensos por un laberinto que cacareaba sin detenerse, risas-ruido y bocas llenas.

   Calidad, sólo pedía calidad cuando la naturaleza corrió el velo que dejaba vislumbrar el bien estar. Loco, preso, jadeante, odre, rabioso, alterado, ilusionado alcancé otro departamento plagado de textos, especies de manuales nunca vistos y citas de autores por todos lados. Entró una brisa templada de primavera que amortiguó el ardor. Por una microscópica puerta abordaron cientos de hormigas.

   Se proyectaban imágenes como un caudal, en ellas se codeaban lienzos en primer plano con música orquestada, suave. Los insectos interrumpieron su camino para aguzar el oído y admirar el panorama. A mi se me espantó el alma, lo concebí. Vi toda clase de animales, toda variedad de objetos que nos hacen la vida más cómoda. Ya nadie prestaba atención a nadie.

   Desde la campiña paré. El cuerpo quedó dentro de la mansión circular. Saludándome me provocó congoja. Rebusqué por todos los bolsillos signos, pero nada. Un carro de madera abandonado y carcomido transfiguró su estado en carreta nueva. Fuí toro en la Maestranza, gladiador en la antigua Roma, vecino de alquiler en Babel, actor trágico en una comedia Griega....




miércoles, 18 de mayo de 2011

LA LUZ, LA INFANCIA, LA CONTRARIA


LA LUZ

Supongo que los topos buscan la luz que no tienen.

Tampoco saben en qué dirección la buscan, pero la buscan.

Nosotros creemos en esa luz y la idealizamos, tengamos capacidad para verla o no.

Cada uno tiene su propio concepto de la luz. 

La luz puede ser el príncipe azul de la mujer inocente o la realización de un ideal para el panfletario, la lotería para el trabajador o el sueño de vender una obra para el artista, la fe del creyente, el Eureka del genio…

La luz se ve, incluso se puede tocar.

De hecho, algunos seres son de luz.

Pero conviene dejarla libre y simbólica. 

Nunca física, pues perdería todo su valor.

LA INFANCIA

   La infancia es ese espacio de tiempo en el que todos nos refugiamos para sentirnos mejor cuando nuestras vidas se hunden.
Entonces recurrimos a aquellos años en los que supuestamente todo era maravilloso.
No hacía falta nada para subsistir salvo el propio instinto.
Jamás éramos conscientes del esfuerzo que requiere lo rutinario.
¿Burocracia?
Hay pequeños retazos en nuestra memoria que nos indican que allí hubo algo, pero el almacén tiene más eco que otra cosa.
Estos recuerdos quizá tampoco sean relevantes para el futuro de la humanidad, pero sería prodigioso asomarnos al balcón del tiempo durante unos instantes y ver o sentir de nuevo.
Caramelos, arañazos en las rodillas y poca prisa.

LA CONTRARIA

   Se puede uno pasar la vida cambiándose de bando, eso es lo que hacen los políticos. Algunos son conscientes y otros no, pero siempre hay un pez grande  que se come al más pequeño.
El resto de mortales intentamos tener una idea fija en algo para identificarnos, porque si no nos volveríamos locos.
Entonces alguien nos dice que es lo bueno y que es lo malo amarrándonos a un sentimiento.
Así llevaremos muy bien la contraria definiendo una u otra forma de vida.
La situación en la que se nace condicionará el tipo de actos y las propias elecciones.
Es mucho más factible que un niño acomodado pueda pasar de un extremo a otro, sin embargo si te crías en una chabola será estrecha la vía ante las posibilidades de cambio.